lunes, 15 de noviembre de 2010

Aung San Suu Kyi

Birmania libera la disidente y Nobel de la Paz
19 años de detenciones y arrestos domiciliarios por defender sus ideas

La líder del movimiento democrático birmano, Aung San Suu Kyi, ha quedado libre este sábado después de siete años y medio de cautiverio ininterrumpido, al día siguiente de que la Junta Militar firmase su liberación.
Suu Kyi, de 65 años, ha vivido confinada en su antigua casa familiar 15 de los últimos 21 años por pedir de forma pacífica reformas democráticas al régimen militar que gobierna Birmania (Myanmar).
Su puesta en libertad se produce días después de que el régimen militar celebrase las primeras elecciones parlamentarias en dos décadas sin contar con la oposición, en el último punto de su "hoja de ruta" hacia una "democracia disciplinada". El partido del primer ministro del país, Thein Sein, quien este año con otros compañeros colgó el uniforme para convertirse en político, ya se ha atribuido la victoria con la mayoría absoluta en ambas cámaras del nuevo Parlamento bicameral de la nación.
Suu Kyi nacida en Rangún, el 19 de junio de 1945, es hija de Aung San, héroe nacional que firmó en 1947 el tratado de independencia con el Gobierno británico antes de ser asesinado. Tras diplomarse en Oxford, trabajar en la Secretaría de las Naciones Unidas y ser profesora en la India, Aung San Suu Kyi regresó a Birmania en abril de 1988 para atender a su madre gravemente enferma, a pesar de las amenazas recibidas del gobierno militar, liderado por el dictador Ne Win, participando en el “segundo combate en pro de la independencia nacional”. Este combate se inspiró en el ejemplo pacífico de Mahatma Ghandi y en su fe budista, que le llevó a propugnar una “revolución del espíritu que se manifiesta mediante el reconocimiento de la necesidad del diálogo y la compasión por los más humildes”. A pesar de estar arraigada en la tradición birmana, supo evitar las manipulaciones nacionalistas basando su lucha en “los principios sagrados de la moral”, insistiendo en la necesidad de reconciliar a las etnias de su país, profundamente divididas. Ne Win dimitió en julio de 1988 pero los militares volvieron al poder con un violento golpe de Estado en septiembre de ese mismo año.
Promovió entonces una intensiva campaña para el envío masivo de cartas al nuevo gobierno en el que se sugerían reformas políticas, y a finales de año, junto a otros famosos activistas (entre ellos el antiguo ministro de defensa U Tin), fundó la Liga Nacional para la Democracia, formación en torno a la cual se reunieron todos los miembros de la oposición. Desafiando la ley marcial, viajó por todo el país y participó en multitudinarios mítines donde denunciaba los abusos del gobierno militar. Las relaciones con el poder se volvieron cada vez más tensas y, después de salir ilesa en abril de 1989 de un atentado perpetrado por un capitán del Ejército, en julio de ese mismo año fue puesta bajo arresto domiciliario en su domicilio de Rangún.
Asumió la dirección de la Liga Nacional para la Democracia, que obtuvo el 80% de los escaños en las elecciones de mayo de 1990 una mayoría aplastante, a pesar de los continuos intentos del régimen militar por evitar los comicios y prohibir su candidatura. El gobierno militar anuló los resultados y se negó a tener en cuenta este resultado, su partido no pudo formar un gobierno civil y se confirmó la condena de Aung San Suu Kyi, a quien le fue negado el contacto con su marido y sus dos hijos estuvo sujeta a estrecha vigilancia, y prefirio permanecer al lado de su pueblo dando testimonio de su fe en “la idea del bien y de lo justo”. El resto de la cúpula de la Liga Nacional para la Democracia se exilió en Tailandia, desde donde iniciaron una intensa campaña internacional para denunciar la situación de su país y exigir la libertad de Suu Kyi, en la que desempeñó un papel determinante el marido de la activista, el profesor británico Michael Aris, con quien se había casado en 1972.
Recibió sucesivamente el Premio Thorolf Rafto de defensa de los derechos humanos y el Premio Sajarov para la Libertad de Pensamiento en 1990.
Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, por su propósito de que el drama birmano no cayera en el olvido, el 14 de octubre de 1991 recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para despertar la conciencia democrática y por su lucha, con gran riesgo personal, por la defensa de los Derechos Humanos, gracias al cual dio a conocer su combate al mundo entero rechazando el exilio que se le proponía a cambio de su silencio.
Su actitud constituyó uno de los más extraordinarios ejemplos de coraje civil en las últimas décadas del siglo XX. El gobierno de Rangún rechazó la solicitud de las autoridades suecas para liberar a Aung San Suu Kyi, con el argumento de que había alterado el orden legítimo de la nación. Los militares emprendieron una campaña de descrédito hacia la activista y, mediante un decreto gubernamental, se la apartó en abril de 1991 de su cargo de secretaria general de la Liga. En su representación acudió a recoger el Premio Nobel su hijo Alexander.
En 1992 el Premio Simón Bolívar recompensó el combate de una mujer visionaria que combina el idealismo y el pragmatismo ilustrado siendo consciente al mismo tiempo de que otros movimientos similares en Asia se han inspirado, en la lucha pacífica de la Liga.
En 1995, las presiones ejercidas por los Estados Unidos condujeron a su “liberación” (por poco tiempo) de su residencia y ella se dirigía cada fin de semana a una muchedumbre atenta a su mensaje de aliento antes de que las manifestaciones estudiantiles provocaran la represión, la detención de dirigentes de la oposición y el establecimiento de un bloqueo en torno a su domicilio.
Sometida de nuevo a arresto domiciliario en 1996, rara vez ha podido recibir visitas, aunque consiguió enviar a las Naciones Unidas algunos mensajes grabados que denuncian el empeoramiento de la situación de los derechos humanos en su país, pidiendo a la comunidad internacional que conceda la prioridad a los derechos políticos de la Liga Nacional cuya dirección sigue asumiendo.
La Junta de gobierno que mantiene el poder en su país no ha ahorrado las invitaciones de exilio a la reclusa, jugando con el elemento de la separación familiar, como una manera rápida de deshacerse de ella. Un capítulo de esta táctica de acoso psicológico sucedió cuando su esposo, Michael Aris, murió de cáncer de próstata en marzo de 1999, sin volver a ver a su mujer, esperando la visa que el Gobierno birmano nunca le concedió. Otro capítulo sucedió en abril de 1999 cuando al hijo menor, Kim Htein Lin, se le permitió reunirse con su madre por unas horas en el aeropuerto de Rangún. Se encontraba en arresto domiciliario desde el 2003. El 13 de mayo de 2006 recibió uno de los Four Freedoms Awards del Instituto Roosevelt de Nueva York, la comunidad internacional, con el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, al frente volvió a clamar por su liberación pero la Junta Militar ofreció la respuesta de siempre: ampliar otro año más el arresto domiciliario de Suu Kyi. En septiembre del 2007 fue trasladada a un nuevo recinto penal debido a las manifestaciones que se realizan en todo el país exigiendo democracia.

 

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