martes, 5 de junio de 2012

La Economía del Bien Común

Modelo económico alternativo. Christian Felber
Modelo Económico Alternativo al sistema de mercado capitalista y a la economía planificada. Un modelo económico sostenible.
¿Te imaginas un mundo en el que los valores empresariales no se ciñeran a la obtención del máximo beneficio posible sino que incluyeran cuestiones tales como la dignidad humana, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la justicia social y la transparencia?
Más de 500 empresas de 13 países ya han adoptado LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN.
La economía del bien común, un modelo propuesto por Christian Felber, incentiva y premia cualidades y valores del comportamiento empresarial que contribuyan al éxito de las relaciones humanas y ecológicas: confianza, estima, cooperación, solidaridad, etc.
Se basa en estructuras con capacidad de supervivencia que, en vez de provocar impactos ecológicos, ayuda solidariamente a amortiguarlos. La elección es nuestra. Y nos necesitamos los unos a los otros. Con feroz competencia la mayoría de las personas no lo van a conseguir. Pero teniendo en cuenta la solidaridad de todos, la cooperación y orientación al bien común resultantes, experimentaremos más libertad que en la competitiva sociedad capitalista.
La ambición de ganar dinero y poder de forma desmedida están llevando a Europa a la bancarrota. El capitalismo es un sistema que ha funcionado bien, hasta que se ha hecho tan agresivo como para que el terrorismo económico que se está viviendo en los mercados sea capaz de dejar K.O a las administraciones de ciertos países. El modelo caerá por su propio peso y evolucionará,..., ya que esta crisis no es una crisis cíclica como las que se han vivido años atrás.
La primera generación de la responsabilidad social de la empresa ha demostrado ser ineficiente. Así lo ve Christian Felber, profesor austriaco de Economía, experto en economía sostenible y desarrollador del modelo de Economía del Bien Común.
Para Felber, los criterios con los que tendrá que cumplir necesariamente la responsabilidad social de 2ª generación para contribuir realmente al bien común son: ser holística, medible, comparable, vinculante, auditada externamente, pública y comprensible. Criterios que, bajo su opinión, ahora mismo no se encuentran en el desarrollo de la Responsabilidad Social Empresarial en ninguno de los países de Europa.
La Economía del Bien Común supone un planteamiento que engloba estos criterios y propone acciones a nivel macro (economía) y a nivel micro (empresa), una economía “que no inventa nada nuevo”, y que simplemente se plantea cumplir con lo que recogen la mayoría de las constituciones de los países democráticos, pues digámoslo alto y claro “nuestra sistema económico actual es inconstitucional”. Las constituciones son muy claras al respecto. Un ejemplo, la Constitución de Baviera reza textualmente: “toda la actividad económica sirve al bien común”. El problema es que la economía real no lo cumple.
La base de esta propuesta es hacer empresa y economía como nos comportamos en nuestra vida cotidiana, pues para la Economía del Bien Común es un mito arraigado que los seres humanos somos por naturaleza egoístas, irresponsables, desconfiados, avariciosos, etc. Esto no es así. Entonces ¿por qué nos comportamos así en nuestra economía y nuestras empresas? ¿Por qué vamos hacia el lado opuesto de nuestros verdaderos valores?
Asistimos cada día a una contradicción ética, de valores, entre los comportamientos que se viven en la economía libre de mercado y los valores de las relaciones interhumanas diarias. Herederos de ese mito biológico, ante el que parece no se puede hacer nada, seguimos en una huida hacia delante donde el muro queda ya muy cerca de nuestras narices, siguiendo unas reglas del juego legales que rigen el comportamiento económico creadas conscientemente “pero no de forma democrática”: el afán de lucro y la competencia.
Unos comportamientos que se han instaurado como masivos en el mercado y recompensados por legisladores y orden económico. Ya es hora de exigir a nuestros poderes económicos y políticos que recompensen los mismos valores que permiten florecer nuestras relaciones humanas: la honestidad, el aprecio, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, el compartir y la empatía. Si preguntamos si la gente querría recompensar el egoísmo, la envidia, la desconsideración, la desconfianza la avaricia, la irresponsabilidad la respuesta parece evidente. Sin embargo, son los valores que se fomentan desde las reglas del juego establecidas en la economía.
Y sí, exigir, porque el victimismo no cabe en esta propuesta de participación ciudadana “si los ciudadanos/consumidores exigimos a nuestros legisladores que premien estos comportamientos y exigimos a nuestras empresas su balance de bien común, no tendrán más remedio que hacerlo”. El cambio, desengañémonos, no vendrá “del más allá”, el cambio lo protagonizamos los ciudadanos, “la potente y poderosa sociedad anónima”.
De este modo, la propuesta de la Economía del Bien Común es sustituir como “estrella guía” estos valores actuales y que sean los valores que orientan nuestras vidas los que orienten nuestra economía y quehacer empresarial. “Es una contradicción desastrosa e innecesaria la que estamos viviendo”, desastrosa es obvio, porque no nos lleva a la felicidad de las personas ni a la satisfacción de sus necesidades, e innecesaria “porque podemos hacerlo de otra forma, tenemos opciones de comportarnos de otra forma”.
Cuanto más conoces esta propuesta más obvio te parece que, como resalta su promotor, no es nada nuevo, es de sentido común, pero muchas veces, como sabemos, el menos común de los sentidos.
¿Cómo hacerlo? Básicamente la propuesta se resume en intercambiar estas dos reglas del juego por otras dos: la contribución al bien común y la cooperación. E incentivar a quienes se rijan por estos valores. Los productos de Comercio Justo, Ecológico, de proximidad, no son más caros que los que consideramos “normales”. Desengañémonos de una vez, y exijamos que las cosas valgan lo que verdaderamente nos “cuestan”, el impacto que generan. Si el foco se pusiera en estos productos no valdrían más que el resto de productos, y ante dos productos de similar precio, y convenientemente identificados con su aportación al bien común, ¿El consumidor escogería el más dañino para la sociedad y el entorno en su conjunto?
Este es, uno de los puntos más fuertes y más interesantes de esta propuesta, la identificación en los propios productos mediante una etiqueta el nivel de aporte al bien común de la empresa según su balance. De nuevo, nada nuevo, pero con un potencial enorme dentro de todo el sistema propuesto, una transparencia que favorecería un verdadero consumo responsable.
El siguiente paso es redefinir la noción de éxito. El PIB en el nivel macro y el beneficio financiero en el micro son hoy indicadores del éxito, casi los únicos indicadores del mismo, pero ¿cuál es el fin originario de la economía y la empresa? ¿el dinero o la satisfacción de necesidades, y ¿por qué no lo mide la economía? ¿por qué medimos el medio y no el fin? “Podemos medir el éxito de una granja contando las herramientas y tractores que hay en el garaje?”.

Un modelo apasionante, en pleno desarrollo, que tiene mucho que decir y está por desarrollar. Daría para mucho más que un breve artículo… para los que estéis interesados en conocer el modelo y deseéis más información, entrad en http://www.economia-del-bien-comun.org/.

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